Un Torbellino de Emociones
Las últimas 48 horas han sido un torbellino de emociones, de revivir traumas que pensé había superado. De sentir remordimientos por no actuar más rápido.
Hace 36 horas miro mi teléfono vibrar varias veces y me digo ahora atiendo la llamada, tengo que terminar esta reunión por zoom primero y dejar este correo enviado. Unos minutos después miro la insistencia de Julia Corado y contesto. Al contestar, me dice “Llegaron por su papá”. Le indico que mande personal del periódico y me responde que ya dos personas están ahí y que van más en camino. Miro mis mensajes y ya mis dos hermanos me escribieron.
Salgo corriendo de mi casa, dejo el horno encendido sin darme cuenta. En el camino llamo a mi hermano grande y me dice que mi cuñada acaba de llegar con mis sobrinos a la casa de mis papás y que los tienen detenidos. De golpe regreso al 2003, estoy separado de mi familia escondido debajo de la cama de mis papás, viendo como simulan la ejecución de mi papá.
Ya estoy en el carro, tirando el carro para avanzar en el tráfico de la ciudad del futuro y pienso que es viernes y fin de mes a las 4 de la tarde. Siento frustración y enojo, pero respiro profundo. Llamo a Manfredo y Edgar, amigos cercanos de mi papá, me dicen que ya saben y que están haciendo averiguaciones sobre el allanamiento y que vamos a solucionar esto. Vuelvo a llamar a mis hermanos. Nos decimos que todo va estar, pero los tres sabemos que no.
Vuelvo a llamar a Julia, hablamos de cual será la respuesta del periódico. Después de 40 minutos ya estoy por la Atanasio y pienso, el tráfico está ligero. Empiezo a recibir mensajes y llamadas de amigos y familia. No sé ni que decir. Agradezco y les digo que los mantendré informados. Mi mente me lleva al 2008, unas semanas antes de graduarme, estaba regresando a mi casa del colegio y Petronila me recibe con las noticias que mi papá no ha regresado a la casa y mi mamá está con Juan Luis y Mario. Mi papá había sido secuestrado y teníamos que prepararnos para lo peor. Recibimos una llamada que de un desconocido, “nunca van a encontrar el cuerpo”. Me niego a creer que mi papá esta muerto. El semáforo se pone verde y continuo mi viaje.
Finalmente llego al sitio, la casa de zona 12.
Hay 5 patrullas y dos camionetas sin placas. Me saluda Roberto, piloto del periódico, “Ramón, hay que sacar a los niños”. Hablo con los policías, me dicen que no se puede. Nadie puede salir ni entrar para evitar contaminar la “escena del crimen”. Sigo hablando con ellos. Empieza a llegar más gente. Llega mi tío Ricar y nos abrazamos, me pregunta qué está pasando. No puedo dar respuestas. Llega mi tío Gonzalo con el equipo de Crónica y empiezan a llamar a más medios. Sigo insistiendo a los policías que dejen salir a mis sobrinos, mi cuñada y a mi mamá. Que ellos no tienen nada que ver. Sigo haciendo llamadas. Llegan mis tíos Juan y Linda. Confundo a mi tía con mi mamá y salgo corriendo a abrazarla. Me dice, no mijo, soy tu tía.
Pasamos las siguientes horas en la entrada de mi casa. Pasan vecinos curiosos y siguen llegando más personas, todos preocupados y con muchas dudas para las que no tengo respuesta. Continuamos con llamadas para ver cómo se puede solucionar esto. Eventualmente sale uno de los abogados de mi papá y me dicen que puedo entrar, pero tengo que dejar teléfono afuera y que no saldré hasta que el allanamiento termine. Son pasadas las 6 y es posible que pasemos hasta las 6am ahí. Mis tíos me dicen que sirvo mejor afuera, que tenemos que salir con edición impresa mañana. Me quedo afuera y tenemos reunión con los editores.
Llegan las 9. Me dicen que ya saldrán. Que hay posibilidades de que dejen ir a mi papá. Miro la redes y me siento acompañado por los mensajes. Pienso los ojos están puestos aquí, hay presión, me dejo creer. Pero cada minuto que pasa me va quitando la esperanza. Finalmente me escribe el abogado. “Ya salimos, se llevan a tu papá”. Se me hace un nudo en la garganta, que no se ha deshecho.
Miro cuando sale, pero no puedo acercarme a él. Abrazo a mi mamá y le digo, todo va estar bien. Me subo al carro y me voy detrás de las patrullas. Cuando llego a la torre de tribunales, Aiken me está esperando. Me da un abrazo. Me doy cuenta que no tengo mis credenciales de prensa para poder entrar a ver a mi papá. Hablamos un rato y partimos. Llego a mi apartamento y miro el horno encendido. Lo apago y me pongo arreglar algunas cosas y me tomo una cerveza para calmar los nervios. Daniela llega a casa después de su viaje y nos abrazamos.